• Moabita

    Los moabitas eran una tribu descendiente de Moab, hijo de Lot, quien nació de una relación de incesto con su hija mayor (Génesis 19:37). Desde Zoar, la cuna de esta tribu, en la frontera del sudeste del mar Muerto, se extendió gradualmente a lo largo de la región en el este de Jordania. Poco antes del éxodo, los guerreros amorreos cruzaron el Jordán bajo su rey Sehón y expulsaron a los moabitas de la región entre el valle del río Arnón y el río Jaboc, ocupándola y haciendo de Hesbón su capital. Los moabitas fueron entonces confinados en el territorio al sur del valle Arnón.
    Durante el éxodo, los israelitas no pasaron por Moab, sino a través del "desierto" hacia el este, llegando eventualmente al país por el norte del río Arnón. Los moabitas fueron alarmados, y su rey, Balac, buscó la ayuda de los madianitas (Números 22:2-4). Esta fue la ocasión cuando se llevó a cabo la visita de Balaam a Balac (Números 22:2-6).
    En los llanos de Moab, que estaba en manos de los amorreos, los hijos de Israel acamparon por última vez antes de que entraran en la tierra de Canaán (Números 22:1; Josué 13:32). Fue en la cumbre de Pisga, que Moisés, el profeta más poderoso, contempló la tierra prometida; fue aquí en Nebo que tuvo su solitaria muerte; fue aquí en el valle enfrente de Bet-peor donde fue enterrado (Deuteronomio 34:5-6).
    Una piedra de basalto, que lleva una inscripción del rey Mesha, fue descubierta en Dibón en 1886, por Klein, un misionero alemán en Jerusalén. Esta piedra estaba compuesta de treinta y cuatro líneas escritas en caracteres fenicio y hebreo. La piedra fue puesta por Mesha alrededor del año 900 a.C., como un registro y un memorial de sus victorias. Registra las guerras de Mesha con Omri, sus construcciones públicas, y sus guerras contra Horonaim. Esta inscripción complementa y corrobora la historia del rey Mesha que se registra en 2 Reyes 3:4-27. Es la inscripción más antigua escrita en caracteres alfabéticos y, además de su valor en el ámbito de las antigüedades hebreas, es de gran importancia lingüística.
    Quizás Rut fue el personaje bíblico más importante que vino de Moab, quien fue "una de las mujeres de Moab", pero que estaba genéticamente vinculada a Israel a través de Lot, el sobrino de Abraham (Rut 1:4; Génesis 11:31; 19:37). Rut es un ejemplo de cómo Dios puede cambiar una vida y llevarla en una dirección que Él ha predeterminado, y vemos que Dios está obrando Su plan perfecto en la vida de Rut, así como lo hace con todos Sus hijos (Romanos 8:28). Aunque ella venía de un trasfondo pagano en Moab, una vez conoció al Dios de Israel, ella se convirtió en un vivo testimonio de Él por la fe. Rut, la moabita, es una de las pocas mujeres que se mencionan en la genealogía del Señor Jesucristo (Mateo 1:5).
    El territorio de Moab se extendía desde el extremo norte del mar Muerto hasta el río Arnon, unos 40 km al sur.​ Se trataba de una meseta con abundante agua que podía mantener una importante cabaña ganadera.​ Limitaba al este con Amón y el desierto; los límites lo marcaban pequeñas colinas, en primavera cubiertas de hierba. ​
    Las precipitaciones eran abundantes y los veranos más fríos que en la región de Judea. En invierno y primavera no era infrecuente la nieve.​
    Está atestiguada la construcción de canales de irrigación ya alrededor del año 3000 a. C., aunque alguna catástrofe ocurrida alrededor del 1900 a. C. provocó que se abandonaran y la población adoptara un estilo de vida nómada. ​ Gradualmente volvieron a surgir nuevos asentamientos y fortalezas amuralladas, que formaban una barrera para los beduinos de las estepas del desierto oriental. ​
    La existencia de los moabitas está atestiguada por numerosos hallazgos arqueológicos, muy notablemente la estela de Mesha, que describe la victoria moabita sobre un anónimo hijo del rey Omrí de Israel. ​ Según la Biblia, tras la conquista de Canaán por parte de los hebreos el territorio de Moab correspondería a la tribu de Rubén​y, de hecho, parece que estuvieron sometidos temporalmente a control hebreo. ​ Con todo, consiguieron independizarse y controlar a su vez zonas de Judá e Israel de manera temporal. ​
    Su capital estaba en Dibon, situada cerca de la moderna localidad jordana de Dhabian. Los asirios los conquistaron alrededor del 732 a. C., convirtiéndolos en vasallos y demandando tributo, al igual que los babilonios. ​ Los griegos denominaron al territorio Moabítide, que se corresponde con el reino de Moab.
    Flavio Josefo habla de los moabitas como una nación de Celesiria y nombra las ciudades moabitas conquistadas por Alejandro Janneo: Heshbon, Medaba, Pellas, y otras al norte del río Arnon, que según él delimitaba las tierras entre moabitas y amoritas.
    El territorio de Moab contaba con abundante agua; en la llanura se producía grano y frutas.​ Además, podía mantener una importante cabaña ganadera, sobre todo ovejas.​
    El idioma moabita estaba estrechamente relacionado con el hebreo bíblico, hasta el punto de considerarse una variedad dialectal. ​ La principal fuente de conocimiento sobre el moabita proviene de la estela de Mesa, ​ que es el único texto extenso conocido en este idioma. Además, se halló una inscripción de tres líneas en El-Kerak, así como unos cuantos sellos. Se escribía mediante una variante del alfabeto fenicio. ​
    Su principal dios era Quemos (hasta el punto de que la Biblia los llama ocasionalmente «pueblo de Quemos»)​ y adoraban también a Baal-Peor, probablemente como diosa de la fertilidad o del amor, a esta diosa se la ofrendaba colocando unas vasijas en forma de cruz cristiana prendidas dentro con fuego durante la noche en el Monte Hermón probablemente, y todas las mujeres madres se formaban para cierta cruz ya que no era sólo una, dejaban caer a un bebé suyo recién nacido en la parte central-superior de la cruz y hasta que el niño se incinerase completamente, seguía la otra madre con su hijo. Se han hallado estatuillas de dioses y diosas probablemente relacionadas con cultos de la fertilidad y vinculadas a la diosa Ashtor-Quemos.​
    Un nuevo mineral, recibió el nombre de moabita en su recuerdo.

    Autor: José Luis Zamora Rubio